miércoles, 29 de enero de 2014

Aceptación de la sangre


Acertijos son estas nubes en los ojos
los hombres dedicándose a recibir el sol como dagas
las voces limitándose a toser como hidras magulladas

Un cuadro ártico esta alfombrando las casas vacías
y el niño universal en muletas 
creyéndose de roca:
es el monolito del eriazo familiar,
jugando a las alas
jugando a las caricias
regulando las sombras
en un desierto de sed y vejez ambulante.

La madre orgullosa de su antigüedad
arremete lenguas sobre la mesa de las emociones

El padre orgulloso de su ira certera
incrusta la vara entre las piernas danzantes

y desde este hogar anillado de sombras
ahogado de hordas de besos que el tiempo recoge
de enhiestos levantes y repiques de cuerpos
y más cuerpos:
la rompiente de la sangre 
revienta entre nosotros,

en forma de semillas, en las bocas
en los senos, en espaldas blanquecinas
sellando la costra del tiempo dentro de un cascabel
rítmico
irónicamente canta el cristal de sangre
rítmico
y se hace parte del telón de la sordera.

Así se enmudece el temblor del origen
la pregunta del vértigo
el silencio anémico
que todos cargamos por aceptar la violencia.

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