jueves, 23 de enero de 2014

Crisálida


Bordando nuestras orillas a besos
encontramos nuestras manos en el mismo sentido
retornando de las cosas
que dejamos a tientas:
los muros, las miradas desiertas
las manos tomadas construyendo un puente
los atajos, los secretos, lo incomprendido
todo se hace sombra
ahuyentada por nuestros ojos
que libertan con destreza
la piel que alguna vez fue nuestro nido.

Tu me agolpas con sangre las certezas
que vivía hasta hoy
como un niño.

He cruzado los cuerpos sin heridas
he cruzado historias sin libros
la voz que llama no tiene nombre
y tu nombre me llama
cada vez que me pienso distinto.

La noche acapara sus estrellas de mis actos
las resguarda del poema que ha sufrido
y me queda la luna, ahí exacta
y me queda su blanca piel entre las manos
como un signo claro de mi nostalgia
como un puñado de arena con tu aroma intacto
como el agua que dejamos sin lágrimas.

En tu boca la rompiente de los tiempos se ha quedado:
yo me he quedado en ese lugar
yo me he clavado como una virgen ante la ciudad de tu deseo
yo soy el que vuela para siempre y vuelve a ser de la tierra sin tocarla
yo soy el del arte silencioso, el del fraude, el del amor espiral.

La noche acapara sus estrellas de mis actos
las resguarda del poema confundido
y me queda la luna, ahí solemne
como una pieza de rompecabezas perdida
donde aparezco
aferrado, abrasivo y concentrado
para reflejarme en su soledad inconexa.

En tu boca
la rompiente de los tiempos se ha quedado:
yo soy la crisálida de esto
la espada que amenaza sin tener enemigos
el adiós del que tanto se ha dicho.

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