martes, 31 de diciembre de 2013

inmóvil aparentemente


recluido bajo el alero del canto indeciso
entre las venas de las hojas tibias
diluidas en la luz de un sol de enero
permanezco inmóvil para cualquiera 

el viento me recompensa apenas
con un aliento de pastos secos
hállase el calor de los ojos
moviendo los minutos 
como las manos de un niño en la arena

hállase el amor navegando
entre islas esféricas
entre las primeras lluvias 
que anunciaban cambios como trompetas

inmóvil, casi un árbol,para cualquiera
inmóvil, un hallazgo de piedra 
para el que busca lanzar su ira
lanzar sus sueños, lanzar sus próximas tierras:
soy el oído universal
soy la piedra de todos
rebotando sobre el riachuelo
que de fin no pareciera sufrir

el que aguanta en la silla de las sillas: yo
estoy ahí, atento a las palabras
invocándolas, besándolas
armándolas detenidamente
sobre la cama extendiéndolas
sobras la piel recordándolas
sobre las manos creándolas a mi parecer
en mis juicios, siendo flores
en mis cruces, siendo avisos
en mis puentes, siendo mares
en mis manos: 4 abismos
y yo saltando entre los dedos...
ya no caigo, ya no caigo en esos juegos 

el cuchillo en picada contra la mesa
rasga la madera como un par de cuerdas mis deseos
y la mano inmóvil, como yo, abierta
enfrentando el arremeter del azar

el árbol que se ve desde la ventana
no suda ante el sol implacable
no duda de las sombras que deja
no abusa de su lengua larga
no se queja de sus máscaras
contempla en otro tiempo nuestro tiempo
se llama anibal a si mismo este árbol
porque desconoce el origen de esta consecuencia
y el apellido aún no lo decide
porque ¿de qué sirven los apellidos cuando nunca se nace a conciencia?

recluido entonces
en el cuartel de las letras
desde entonces y para siempre
una palabra es una estrella extraña
el cielo se colma de ansias
el cielo anuncia con intenso fervor
que el amor llegue
que la libertad se haga a si misma

y si no
ahí estará, inmóvil, para cualquiera
el deseo de ser sobre la poesía que se seca.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Las cosas que he perdido.





La oscura libertad que nos bifurca
la suave imitación de los pasos ajenos
la cumbre que se anida para nuestros cuerpos
allí, las ves, dispersas las palabras que fuimos

se van, se van esas cosas que nos unen
a las cimas que florecen sobre cimas.

Las manos entrecruzadas construyendo
una torre de manos que atraviesan las nubes

desde un puente que no ves
estoy yo
imaginando como subes
como alcanzas sirio para borrar algo del cielo
y lo que no, soy yo en la lejanía del rostro
y lo que no, soy yo 
cuando reúnes el tiempo en un vaso de cruces.

El eco que se agolpa en este trecho
se incorpora para ser mi acompañante
un eco de mi mismo
un eco del pasado, de lo errante
de lo propio que ya ha sido:
amor tal vez,
fui un niño sobre el árbol
aquél farol para observar el tiempo de los otros.

¿dónde hallaré las cosas...
las cosas que he perdido?

Una mañana se desnuda frente a mi
en su rostro las dudas son delirio
las hojas livianas siempre cantan
una canción que persigna los miedos
para pintarlos de sacrificio.


Entonces hoy recuerdo a todos
los que fueron mis oídos
entonces hoy recuerdo a todos
quienes fueron mis manos
entonces hoy recuerdo a todos
con la equidad de un dios sin nombre
entonces hoy recuerdo a todos
como cosas quizás
así el recuerdo no es bendito
pero permite sumergirse en lo que ya estaba prohibido:
vivir el pasado.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Un canto, un tango de amor y odio


Halla la hora el hombre sobre de la terraza 
 sobre sus ojos un bosque baila lentamente

el canto del odio, el canto del amor

los cuentos intensos de las narices que se acercan
los cuellos expeliendo sus semillas

el viento entre ellos nunca separó
el vitral que los congela

aquí se resuelve una nota
que no tiene compañeras.

Sobre sus ojos un bosque baila sin prisiones
sus ojos nunca fueron celdas para nadie
hállase una flor entre las cosas que nunca olvidará

el tango del odio, el tango del amor

las piernas cruzadas contándose la ira
las piernas que se rozan amándose en silencio
y ante todos 
el monumento de los besos primogénitos
la pirámide que les corta el habla
las bocas llenas de nidos
los nidos llenos de hambre
y el hambre que se asienta en un carro antiguo
esperando fuera de casa:
el conductor es ciertamente él.

A lo lejos el hombre sobre una terraza
de mentón erguido  se hace horizonte
vislumbra los colores de la tarde en su cuerpo
mientras un sol amargo  atenta contra la luz


el  peso del odio y el peso del amor
abrazando las cosas que nadie abraza
unas manos enlazadas hacen nudos infinitos
el ocho caído representa
una pregunta como su oreja
el tamaño de un planeta es algo que no existe
el color de una estrella apenas un punto
el amor una diadema 
un ópalo
un zafiro
un cristal angulado y abrupto
una montaña brillante
derritiéndose entre las piernas de todos
el amor: esconde en sus cajones al odio y al amor.
entonces el amor, ¿dónde esta?
¿quién lo ha imaginado?


A lo lejos sobre una terraza
de mentón erguido el hombre de la siembra
es tierra de la tierra
el tango del amor
es sangre de la sangre roja que calla

el tango del odio
de rodillas anclado a un puerto de aves extrañas
abre sus brazos mirando al cielo:
es la presa más fácil.

Hace temblar la puerta 
el calor de lo que viene.

La voz del futuro abre una puerta
atrás de los miedos
para extrañar el último abrazo que vio partir.

El amor ha sido imaginado por la esperanza
y resguardado por la condena.











martes, 3 de diciembre de 2013

La lucha de los hombres, el final y el tiempo que aún postergan.


Las luchas se vuelcan en objetos
las tardes terminan a los pies de mi cama
las sombras se reparten en partes iguales
sobre los rostros del trabajo
sobre las armas
que nunca descansan aunque estén escondidas

las cosas que llamamos por su nombre
cambian de nombre como tu rostro con el tiempo
y el hogar de los hombres permanece intacto
porque nunca lo han encontrado.

Las luchas se vuelcan en objetos
los soles rojizos no se dejan ver
las estrellas no se dejan ver
los árboles cantan más fuerte en las noches
cuando las luchas callan.

sobre los hombros se aposan las manos
sobre los oídos se aposan susurros
de voces desconocidas
de vientos
que protegen al mar de los ojos que no ven

una vez, yo pude reconocer la voz
que aposaba hace un tiempo ya 
en mis espacios sin foco
quizás, fue la primera música
quizás me dijo así:

"Todas las tardes han acaecido
las he visto morir
estirar sus brazos sin saber hasta dónde,
las manos más lejanas, jamás vistas…
excepto las tuyas, excepto tu ocaso ".