jueves, 7 de octubre de 2010

setescientos y un motivos para un ruido de fondo

Retumban los pasos rítmicos reclamando suspiros interconectados
Cánulas busquillas intravenosamente aparte las sociedades políticamente ordenadas
Buscando intensamente venas de nadie que reclaman la nada de todos los días noticiosos infectados todas las muertes que proliferan en la luz electrónica en el viaje
Cósmico de unas partículas divisibles que pueden generar células visibles y comunidades de estas mismas para formar ojos sin utilidad que se arrastran en el cieno extenso planeta sin fronteras planeta de valles mortuorios niebla baja esqueletos de otoño que crujen bajo los zapatos de cualquier nube desarropada formando vino que ya caerá sobre los cerros escarpados como fístulas silbadas desde lo alto de un volcán estallando siseante comunicando calor un par de manos apretadas bisagras aceitosas oxidadas dando paso al canto de las notas y su pavesa que se sopla
como cualquier pelusa desconexa de particulares amistades relaciones ácaras casi hermanos digamos que no existe motivo aparente para escribir sin obtener la detención del tiempo un eco de la caverna más hueca atollada de una roca circular resonante catacumba como la tumba que recibe tierra encima a paladas estrepitosas y sudadas atrabiliario rostro cimas raspadas de blanco marfil la cabeza del muerto desinflándose de aire abajo del que la hinchaba de ideas silenciosas de recuerdos eternos como la eclosión de una flor de ornato del pensamiento morado y negro colores sabios de la naturaleza muerta que adorna la frialdad bastarda que camina sobre los carros sobre las cubiertas sobre el vacío cercano y no se dan cuenta que están a un paso de murmullos quejumbrosos rebotantes que observan a la distancia como muere de hambre el anciano estertor del match de Vicente o el shimmy de Rokha hegemonía de todos los putos políticos esputos que arrancan la verdad de la verdad múltiple que no tiene solución más que querer la ley de uno mismo morir en la ley de una idea que no tiene cabellos todo no radica en la cabeza de los perros ni en el exterior de una paloma ni el estruendo de mares-gente rompiendo sus brazos en la ola iracunda del final apocalíptico donde dragones-trompetas son los últimos colores yo ya no celebro los colores ni vaginas ni pieles que rechazan la caricia de la vista o los abrazos que sienten pena de que alguien se ha ido a tierra y sus átomos eternos siguen y giran sus vueltas siguen sin deshilarse sus energías sempiternamente
uno se pregunta si en doscientos años más celebrará el cumpleaños en una flor de cementerio o en un gusano de anillos múltiples o en una roca que no alcanza a oír ninguna música sólo humedad corrosiva seré grafito o cuarzo o carbón o barro o sal sobre una mesa seré y viajaré por confines de intestinos sonriendo tosiendo sobre bacterias simbióticas alimentando otras ideas con calcio con aditivos que serán quizás un hijo un nacimiento de ojos de manos o un respiro furtivo o un movimiento en falso o un reflejo cautivo o un suicidio o matricidio o parricidio o todos los idios idiosincrásicos de la cultura inhumada del humano que huma quemándose a lo bonzo para sentir el calor de vivir el odio de manera más intensa el olvido vivir virus de todas las flautas en tónica terminando sus cantos finales y Juan en una caverna escribiendo enfermizo sobre finales de las tonteras que nos convocan a sentir y otro Juan contemporáneo no coetáneo a Juan primero si no a un edificio alto escribe una carta a sus padres del final de sus viajes por el mundo reconociendo el aburrimiento que le causa todo lo de los pianos y orbes y órbitas y demases frases que esperan la esperanza en la campana que no resonará su badajo se lanzo a los precipicios de un libro a medio camino por luto que no leerá hasta que el escritor vuelva a nacer en alguna de las probabilidades que le quedan de volver a unir cada una de sus partículas nuevamente es preciso saber arrancar las bellezas de la mierda que nos rodea como nada más nos queda hacer que pedir desestructuración y volver al mono parlanchín de garrote y enemigos y levantar banderas en todas partes y orinar bibliotecas y postes con nuestro aroma descompuesto.

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